Este artículo está escrito por mí, Joaquim Rodríguez Balart.

Es un día de la primavera del 2008 mientras aprendía a ver mejor.

Me despierto lentamente con los ojos cerrados y dejo sentir el día: Hoy está nublado, caen pequeñas gotas y se oye de fondo cantar un pájaro. Esto significa que está cesando la lluvia. No abro los ojos porque aún recuerdo la última imagen del sueño: éramos un grupo de gente y entre ellos habían tres personas tocando con instrumentos musicales una melodía medio jazz-pop, la persona de enfrente tocaba con un clarinete tan grande como su cuerpo (no voy a hacer interpretaciones freudianas), bueno, la conclusión que he llegado es que no me atrevo a tocar con los músicos porque pienso que no lo haré bien; la conclusión es que me falta confianza y hay que empezar a alimentarla. Ya una vez resuelto el enigma del sueño, aprovecho el calor de mis manos para hacer un palming (que es taparse con la palma de las manos los ojos sin crear tensión pero dando total oscuridad. Para ello se cruzan un poco los dedos de una mano con los de la otra, hasta que vemos que no entra nada de luz). Este momento es de los más agradecidos del día porque los ojos han estado toda la noche en la intemperie sin mantas y a diferencia de otros órganos del cuerpo, los ojos no paran ni por la noche, o sea que están fríos y cansados. Después hago un estiramiento tipo gato y por fin abro los ojos. Al tener la casa acristalada y vivir en medio del bosque veo todo verde y hoy sobretodo noto la nitidez en el horizonte del bosque. También siento como el cuerpo de mi compañera por las mañanas me nutre más que el pan. Una vez cubierta la dosis de contacto, paso a la segunda fase, levantarme de la cama.

No voy a escribir con detalles como transcurre el desayuno; sólo diré las mezclas gustativas que se mezclan en mi boca: ajo, tortas de arroz y tahín con mate, ¡buenísimo!. Además lo hago coincidir en el jardín con la salida del sol, seguidamente con calma me pongo a hacer un sunning (que es una mezcla de mirar al sol con los ojos cerrados y palming. Primero se mira el sol con los ojos cerrados, dejando entrar el sol también por los lados y más o menos cinco minutos después, te giras dejando el sol atrás y haces un palming, prestando más atención a los sonidos y a las sensaciones. Al cabo de cinco minutos más o menos sueltas las manos lentamente dejándote sentir los colores que aparecen hasta que el color queda estable, luego se sueltan las manos y se abren los ojos).“Vaya sunning”, está en la línea del desayuno, una mezcla de sensaciones exquisitas. Después de un invierno lluvioso y húmedo, este sol que hoy recibo es pura fusión de amantes. La verdad es que cuando era pequeño, viví mi primera infancia en una casa con mucha humedad y esta sensación de humedad siempre la he intentado compensar con el sol, es por eso que tenemos esa relación de amantes. La sensación que tengo con este sunning es como el amante que se entrega totalmente y por ello recibe totalmente. Después cuando me giro y hago el palming, en la oscuridad me abro a los sonidos del viento y de los pájaros; a las sensaciones de los colores aunque haya oscuridad; al calor que entra por detrás de la cabeza. Soy yo que voy hacia dentro. Mientras miraba al sol era más yo hacia fuera. Ahora ya estoy dispuesto para la siguiente fase que son los juegos visuales. Estos juegos están relacionados con la presbicia. (Precisamente ahora estoy en la parte final de la mejora de la presbicia, ya que veo muy nítidamente) Estos juegos los hago con unas cartulinas en las que hago converger y divergir los ojos. El juego consiste en cada vez descubrir cosas nuevas, es la manera que tengo de disfrutar y aprender. Además como tengo hipermetropía y astigmatismo puedo aplicar a estos juegos los principios de Bates que son el movimiento, la relajación y la centralización, además de memoria e imaginación. Y me parece muy importante prestar la misma atención a los juegos simples, como complejos. De todas partes se puede sacar sustancia. Ya finalizados los jueguecitos doy por terminada la atención total a mí mismo y paso a salir fuera. Dicho esto, aparece por la entrada del camino mi sobrina Flor con una bici. Ha crecido mucho desde la última vez que la vi y sigue tan hermosa para mí como siempre «once añitos”. Le propongo jugar con el freesbeck, que es como un plato de plástico volador, seguramente es lo que le faltaba a mis ojos por disfrutar del día. Pero como en todos los sueños siempre despiertas y esta vez despierto a través de la voz de mi compañera, diciéndome “hemos quedado en comer unos macarrones a casa de tu hermana Elena». Corriendo me despido de la niña, me cambio de ropa y cogemos el coche. Ya no tengo ni presbicia, ni hipermetropía, ni astigmatismo, sólo macarrones en la cabeza, que por cierto los hace buenísimos. Pero como siempre en la vida, cuando aparece un poco de ansiedad, al no estar en el presente, la vida te pone sus pruebas. A medio camino, me encuentro a otro hermano “Ramón” comiendo una mandarina sentado en un banco de piedra, «parece que la tierra esté llena de hermanos». Me para y me cuenta el sueño que ha tenido: que se lo ha llevado una nave de extraterrestres. Parece interesante el sueño, pero los macarrones se están enfriando. Entiendo el mensaje y sigo el camino hacia los macarrones, por suerte están los macarrones calientes y sinceramente el resto del día ha pasado volando. Lo único que recuerdo es que llego a casa y me pongo las gafas reticulares para ver una película y me acuesto a la cama “buenas noches”. Este es un ejemplo de lo que podemos hacer por nuestros ojos un día cualquiera. Es muy bueno para trabajar la memoria visual a través de los detalles. También se ve la posibilidad de elaborar sueños, hay contacto físico nutritivo. Hay alegría y macarrones.